La historia que envuelve a la marca de los super deportivos
es, cuanto menos, curiosa. Su creador, Ferrucio Lamborghini, nació
en Italia en 1916 y durante buena parte de su vida se dedicó a la fabricación
de tractores y máquinas de aire acondicionado. Debido a su éxito profesional, cosechó
una gran fortuna y, al ser amante de los automóviles deportivos, albergaba en
su cochera varios modelos con esas características, entre todos ellos, un
Ferrari.
Un buen día visitó a Enzo Ferrari, padre de los flamantes coches
que llevan su apellido, para comunicarle su descontento con las constantes averías de sus
vehículos. A éste no le hizo demasiada gracia por lo que insultó a Ferruccio
cuestionando sus palabras ya que argumentaba que un fabricante de tractores no
podía criticar su empresa.
Ofendido por aquellas palabras, decidió crear un coche con
un claro objetivo, ser mejor que los Ferrari. Con estas pretensiones fundó la
empresa y comenzó la creación del primer Lamborghini con ayuda de dos ex-ingenieros
de la marca del “cavallino”. En 1964, bajo este contexto, emergió el Lamboghini
350 GT.
Ferrucio, un enamorado de la tauromaquia, y siendo su signo
del zodiaco Tauro, decidió colocar esa imagen emblemática del toro en el logo
de la marca. Pero su afición no se quedó ahí, muchos de sus modelos guardan un
guiño hacia este mundo de arte y bravura español. El nombre del Lamborghini
Miura conmemora al criador de toros Eduardo Miura y el del Lamborghini Islero lleva
el mismo nombre que el toro que mató al célebre torero Manolete aquella
tarde de 1947.
Los posteriores propietarios de la marca no rompieron con la
tradición al seguir bautizando sus modelos con denominaciones de toros como Murciélago, Diablo
o Gallardo, éste último apelativo de una casta de toros de la ganadería
Miura.
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